miércoles, 17 de marzo de 2010

Sisón en celo: ¡Cuando la pasión hace dar saltos!

Ya tocaba una nueva entrada, y esta del Sisón no estaba prevista, pero he recibido una petición de colaboración sobre este tema, y aprovecho para anticipar algo. Se la dedico a Rodrigo Hernández y su empeño por mantener viva, contra viento y marea (o hablando con más propiedad "contra pixel y red")la magnífica publicación que es Visión Salvaje. Allí saldrá el resto.



Macho de sisón volando.

"SISON": UN NOMBRE ACERTADO.

Es frecuente que algunas aves tengan en España un nombre onomatopéyico, y sean conocidas por el sonido que hacen. El Sisón (Tetrax tetrax) es una de estas aves, bautizada desde muy antiguo con un nombre que le asocia con el curioso silbido (siseo) que produce al volar. Este se debe a que tiene una de las remeras primarias de cada ala más corta que las demás y sumamente escotada, de forma que deja pasar el aire al volar produciendo el característico si-si-si-si-si, que serviría a sus congéneres para avisar de su presencia. El batir de sus alas tiene además otra peculiaridad que consiste en dejar ver unas manchas alares de color blanco que una vez posado quedan ocultas.

Macho entre pastizales.




El plumaje críptico del dorso ofrece protección al macho y le permite desarrollar sus tareas durante el celo sin tener que estar pendiente de peligros que puedan venir por su espalda.


UNA AVUTARDA EN MINIATURA.
Otro nombre bastante acertado (a pesar de su simpleza) es el que recibe en lengua inglesa: Little Bustard (que podría traducirse por Avutarda Pequeña, para distinguirla de la otra especie a la que designan como Great Bustard, o lo que es lo mismo Avutarda Grande). Y es que efectivamente, tanto por parentesco, como por morfología, costumbres y tipo de hábitat, podemos considerar al Sisón como el hermano pequeño de la Avutarda.

Sin embargo, a diferencia de aquella el dimorfismo sexual del Sisón es sólo apreciable durante el cortejo, pues una vez terminado las plumas del macho van tomando las mismas tonalidades que tiene la hembra, y durante el invierno no es fácil distinguirlos a no ser que los tengamos muy cerca o en la mano.

Su menor tamaño que la Avutarda le ha hecho buscar una estrategia de defensa diferente, basada sobre todo en un vuelo rápido, asociado al cual estarían los citados sistemas de comunicación acústico y visual, y también en un carácter mucho más social.

Macho en oteadero:


ORIGENES Y ADAPTACIONES AL MEDIO.

La familia Otidae (a la que pertenecen Avutardas y Sisones) está formada por veinticuatro especies, las cuales se reparten en su mayoría por tierras africanas, aunque también están presentes en Europa, Asia y Australia. Son aves propias de terrenos abiertos, desde semidesiertos hasta sabanas o zonas esteparias y campos dedicados a cultivos. En el Paleártico Occidental se localizan tres de ellas: La Avutarda, la Hubara y el Sisón. De ellos, la Hubara habita en las islas Canarias, además de en Berbería y Oriente Próximo, por lo que sólo a la Avutarda y al Sisón se les puede considerar europeos.

Lo mismo que otras aves de hábitats desarbolados, su origen parece estar en las estepas asiáticas, desde donde fueron expandiéndose aprovechando las deforestaciones y el progresivo desarrollo de pastizales y cultivos herbáceos que tuvo lugar allá por la edad media.

Los Sisones desarrollaron una serie de adaptaciones al nuevo medio. Comenzando por su plumaje, es críptico, a base de tonalidades marrones, negras, y blancas, lo que les permite en cierta medida pasar inadvertidos en unos espacios en los que no abundan los elementos naturales que les puedan ofrecer cobijo.

Su pico es corto y a la vez fuerte, muy útil tanto para partir las semillas como para aplastar insectos y hasta pequeños invertebrados de los que suelen alimentarse.

Tiene patas largas y poderosas, con pies gruesos y fuertes en los que falta el dedo posterior, estando los tres únicos dedos dirigidos hacia delante. Esta adaptación les permite caminar más fácilmente durante largo tiempo.


EL CORTEJO.

Los sisones son unas aves extremadamente fieles a sus zonas reproductivas, a las que acuden año tras año, y en las que los machos realizan sus particulares exhibiciones tradicionales para atraer a las hembras. Un cortejo original, llamativo, complejo y sobre todo muy especializado.

Por lo general este vistoso acontecimiento comienza a finales de Marzo (aunque dependerá de la climatología anual). En esta época, en la mayoría de nuestras zonas esteparias es posible escuchar un extraño sonido (prrret) que se repite a intervalos de pocos segundos. Aún sabiendo que se trata de un macho de Sisón, puede llevarnos tiempo su localización ya que el sonido es tan fuerte que nos llega perfectamente audible a muchos centenares de metros. Por fin lo descubrimos en un lugar despejado y con frecuencia ligeramente elevado, en el que pasará varias semanas procurando atraer la atención de las hembras.

Su plumaje críptico la mayor parte del año (muy similar al de las hembras) se ha transformado estos días a modo de gala nupcial. Todavía conserva el color pardo moteado en el dorso (aunque los colores son más intensos) que le siguen sirviendo en buena medida como camuflaje en la parte trasera, precisamente la que no puede controlar. En cambio la parte frontal ha adquirido una tonalidad blanca bastante intensa sobre la que se eleva un hinchado cuello negro en el que destacan dos bandas blancas; la superior es más fina y tiene forma de uve, mientras que la inferior tiene un mayor grosor y discurre de forma horizontal como si fuera un collar. Una corbata y un collar, es como han sido descritos estos dibujos en muchas ocasiones.

El nuevo atuendo parece bastante llamativo para las hembras, pero no lo suficiente a larga distancia. Para solucionarlo, el macho de Sisón desarrolla una estrategia única, consistente en hacer aleteos y pequeños saltos en los que hace visible el plumaje blanco del interior de sus alas; de esta forma puede vérsele a simple vista a más de un kilómetro. Los lugares elegidos para tal actividad son conocidos por los ornitólogos como “cantaderos”.
Macho de Sisón desafiante:



La actividad en el cantadero comienza en torno a una hora y media antes del amanecer, cuando todavía es noche cerrada. El macho, que ha pernoctado en el lugar, inicia su actividad emitiendo el característico sonido del celo (prrret), una vez que se ha ubicado en el lugar preciso, y lo irá repitiendo a intervalos de unos treinta segundos. En torno a veinte minutos después, cuando se aprecia un mínimo de claridad en el horizonte y empiezan a distinguirse las primeras formas, comienza el aleteo, pero sin elevarse del suelo. Es curioso observar como de repente, y al tiempo de producirse el característico sonido, aparece una mancha blanca en medio de la oscuridad, que sólo dura unas décimas de segundo. Con esta actividad permanecerá hasta unos minutos después de la salida del sol, momento en que da comienzo el auténtico espectáculo: los saltos.

La duración de estos es corta, si tenemos en cuenta que en cada uno se desplaza en torno a un metro y que la elevación máxima ni siquiera suele llegar a esa distancia. Pero es más que suficiente para hacerse ver por encima del pastizal y mostrarse así ante cualquier hembra que esté en un radio de más de un kilómetro. En cuanto a la dirección, esta varía entre dos y tres veces durante los 50 a 80 minutos que por lo general se prolongan. Si durante este tiempo una molestia ha hecho que el ave abandone el lugar, sólo continuará saltando en el caso de haber regresado al catadero en la primera media hora; si por el contrario lo hace después lo más probable es que se limite a emitir su característico sonido y ocasionalmente a deambular por los alrededores, pero que no vuelva a saltar, aunque siempre hay excepciones.



Aún estando lejos, usando una óptica adecuada puede verse como el macho de sisón realiza un pataleo intenso sobre el terreno que siempre precede al salto. Si tenemos la posibilidad de realizar la observación a corta distancia (por ejemplo a los 40-50 metros como en el caso de la realización de las fotografías que ilustran estas páginas), tendremos la ocasión de oír con toda claridad el tamborileo que producen, y lo mismo el brevísimo siseo de sus plumas durante el segundo que dura el movimiento alar. Lo repetitivo de la actividad en un lugar muy concreto y durante varias semanas hacen que al final del cortejo se aprecien con claridad los resultados: un pequeño espacio de terreno completamente pelado, con la tierra compactada, y en el que abundan los excrementos. En casi un 30% de los casos la ubicación del cantadero elegido para exhibirse y saltar puede variar en plena actividad del cortejo, pero siempre en un radio no superior a los 100 metros. Incluso se dan casos en los que después de haberse cambiado, vuelven al lugar original.

A medida que el día avanza, su actividad resulta más distendida, deambulando por todas las inmediaciones del cantadero y hasta alejándose a veces del mismo; es frecuente verle alimentarse o que ahueque el plumaje como signo de relajación. Sin embargo no baja la guardia, y podemos verle que inicia un súbito vuelo en apariencia sin explicación, pues no se aprecia nada que disturbe el lugar ni sus alrededores. Pero el Sisón ha descubierto que otro macho ha penetrado en su territorio, y lo perseguirá en vuelo durante un buen trecho. Si la densidad de machos es alta en la zona, es bastante posible que durante esa persecución atraviesen otro territorio celosamente vigilado por su correspondiente macho, que no dudará en iniciar a su vez una persecución de los dos intrusos. De vuelta a su terreno, aterriza a una distancia entre 100 y 300 metros del cantadero, recorriéndola a pie, con la cabeza hacia delante, ligeramente agachada, y haciendo algunas paradas que aprovecha para otear las inmediaciones.

Si por el contrario y como consecuencia de sus exhibiciones es una hembra la que se aproxima a su territorio, la actitud suele ser distinta. Si esa hembra cruza en vuelo el cantadero o sus inmediaciones, la perseguirá igualmente en vuelo, pero no para expulsarla como en el caso anterior, sino para aterrizar junto a ella y perseguirla en tierra de forma insistente. Incluso si la hembra accede a pie al lugar pero llega a levantar el vuelo, nuestro galán la perseguirá por el aire, con alternancia de vuelos y persecuciones a pie que tienen una duración variable, la cual dependerá de la actitud que ella muestre, llegando algunas veces a consumarse el apareamiento. Aún así, las hembras que se aproximan a un cantadero con ideas reproductivas suelen hacerlo por tierra, alternando cortos paseos con paradas en las que otea los alrededores, con una actitud que parece casual y no interesada en el macho; cuando este la descubre (generalmente a más de 100 metros) corre a su encuentro de forma impetuosa y siempre de frente, exhibiendo su abultado cuello y los dibujos de este. Cuando llega a su altura corretea a su alrededor y tras unos ligeros empujoncitos intenta la cópula que la hembra en principio rechaza, pudiendo llegar a levantar el vuelo. Si no lo hace se inicia una persecución entre el pastizal, ambos con la cabeza por delante hasta que el macho alcanza a su compañera y vuelve a repetir el proceso. Con esta actitud pueden pasar horas e incluso varios días, lo que podría significar que las cópulas pueden repetirse varias veces durante ese tiempo.




Una vez finalizadas las cópulas, el macho y la hembra se separan para realizar actividades bien diferentes. Mientras que el macho continúa con su tarea, con el afán de atraer a cuantas hembras pueda, la hembra que ha sido fecundada se desplaza al apartado lugar que previamente ha elegido para construir el nido, y sacar adelante a su pollada.

Si los esfuerzos de toda una mañana son en vano y no aparece ninguna hembra por los alrededores, el macho irá abandonando su exhibición a medida que avanza el día. En torno a las 12:00-12:30 (horario oficial) da la sensación de que ha desaparecido de la zona, y puede haberlo hecho de forma temporal, aunque lo más seguro es que esté echado y oculto por el pastizal, tanto para evitar ser descubierto por posibles predadores, como para combatir el calor, en ausencia de sombras en las que refugiarse. No obstante, unas 5 ó 6 horas después (a media tarde) su actividad irá creciendo a medida que el calor es menos intenso, y ya oculto el sol volverá a los aleteos e incluso a los saltos, que se prolongarán hasta casi reinar la oscuridad.

Los mismos cantaderos suelen ser empleados por los Sisones año tras año, si bien pueden abandonarlos por molestias reiteradas o por la construcción de edificios o infraestructuras

A pesar de la territorialidad de los machos durante el cortejo, pueden darse casos como algunas zonas de La Serena, donde la densidad de estos puede llegar a diez por kilómetro cuadrado.

La insistencia de los "saltarines" suele dar sus frutos; las hembras terminan acercándose.



Más información sobre Sisones y Avutardas en este libro: