miércoles, 28 de julio de 2010

Curso de los Prados en Noruega.

Hace unos días que he llegado de Noruega, donde he tenido la ocasión de participar, como invitado, en el Curso anual sobre los prados ecológicos, organizado por la asociación conservacionista noruega NATURVERNFORBUNDET (Amigos de la Tierra en Noruega) y dirigido por mi amigo Per Oystein Klunderud.

Aunque la duración del curso es de cuatro días (este año del 8 al 11 de Julio), durante la semana completa que estuve allí, tuve la oportunidad de participar en unas excursiones por zonas de montaña, destinadas expresamente a algunos de los participantes extranjeros del mencionado curso (en concreto a 2 de Estonia, 1 de Letonia, los 2 que fuimos de España y 1 de Australia), si bien no éramos los únicos participantes extranjeros, pues en total los participantes al curso pertenecíamos a 11 países (además de Noruega y los indicados, a Suecia, Tanzania, Rusia, Rumanía, Holanda y Nicaragua) y por supuesto, también tuve la gran suerte de convivir unos días con mi amigo Per y su familia, así como con otros habitantes de la magnífica granja Klunderud.

Granja de la familia Klunderud.


Es la segunda vez que visito Noruega, aunque en esta ocasión mi lugar de destino ha sido otro, pero he quedado igualmente impresionado por la belleza de los paisajes que vi y recorrí, por la riqueza natural de los mismos, por la abundancia de fauna silvestre (de la que a veces sólo hay rastros como huellas o excrementos) por el derroche de recursos naturales que este país ofrece, y sobre todo por la exquisita educación y amabilidad de la gente con la que tuve la ocasión de convivir.

Existe el tópico de decir que tal o cual país es “un país de contrastes”, pero en mi opinión pocos lo son tanto como Noruega. Casi 2.000 kilómetros separan la tundra del Norte y las costas del Sur, y más de 400 distan entre la frontera sueca, al Este y los fiordos atlánticos al Oeste. La mayor parte del país es montañoso, con elevaciones de hasta 2.469 metros (monte Galdhøpiggen) aunque lo que predominan son una serie de mesetas de entre 600 y 900 metros, si bien a partir de esta última cifra los paisajes son puramente montañosos, con escasa o casi nula vegetación arbórea, aunque con no pocos matorrales adaptados a las bajas temperaturas. Los lagos son abundantes, ocupando unos 7.600 kilómetros cuadrados, o lo que es lo mismo, el 2% de toda la superficie. Poco más de esa cantidad la conforman las zonas de cultivo (el 2,5%) siendo el resto zonas montañosas, ríos y sobre todo bosques.

Típico paisaje noruego, con granja, prados, bosques y terreno montañoso.


Decir que los bosques noruegos son una maravilla y olvidarse del resto de espacios sería como decir lo mismo de la sala 12 del Museo del Prado, por albergar esta obras de Velázquez o Goya, y prescindir del resto de importantes obras pertenecientes a multitud de geniales autores que allí se dan cita. Es cierto que los bosques noruegos conforman unos espacios inmensos y llenos de vida, pero no son menos importantes los ríos (cortos pero muy caudalosos debido al deshielo anual, y en los que todavía es posible beber sin peligro), las zonas montañosas, con abundantes rocas cuarcíticas y sorprendentes desniveles, a veces cortados “a cuchillo”, los lagos de aguas cristalinas con gran variedad y abundancia de peces, los impresionantes valles glaciares con su peculiar forma de “U”, los míticos fiordos que dieron origen a toda una cultura volcada hacia el mar, y no podríamos olvidara los magníficos prados, donde se asienta buena parte de la economía sostenible del país, al tiempo que la mayor biodiversidad de estas de por sí ricas tierras. Y por encima de todo está la magnífica gente de este país, que ha sabido vivir sin apenas alterar el paisaje y salvaguardando los recursos naturales.

En nuestros dos primeros días visitamos lugares de gran interés como la impresionante iglesia de madera de Heddal, un poblado turístico muy cercano, y la granja Finnvollen, donde nos obsequiaron con una rica comida casera y nos explicaron los procedimientos para la obtención de los derivados de la leche que producen.


Los prados noruegos son terrenos que en su día fueron ganados al bosque, y cuyo destino siempre fue el mantenimiento de una cabaña ganadera poco más que de subsistencia. Las típicas granjas noruegas cuentan con una superficie determinada destinada a bosque, y un pequeño reducto destinado a prados, pero lo mismo que en el caso de nuestras dehesas, lo que comenzó como un hábitat artificial creado por el hombre (de forma extremadamente lenta, eso si), con el tiempo acabaron por convertirse, además de en un sistema de explotación racional del terreno, en un espacio adyacente y complementario del anterior, con una biodiversidad mucho mayor de la que contenía el pedazo de bosque sustituido.

Paisaje de montaña. Fotografía tomada a 950 m.


Otra de las visitas, tras un largo recorrido por las montañas, nos llevó a contemplar, a una distancia más que prudencial, este nido de Halcón Gerifalte con pollos a punto de volar. La fotografía está ámpliamente recortada.


En nuestro segundo día continuamos visitando la zona más montañosa de la región.




La importancia de mantener los prados en noruega es obvia. Por un lado se pretende mantener el paisaje que se ha hecho tradicional, llegando a convertirse en un rasgo de identidad propia. Por otro se pretende mantener el sistema de explotación racional de las granjas. Pero por encima de todo, y lo que hace interesante que en este país se impartan cursos anuales sobre el mantenimiento de los prados (ya van 17 años consecutivos) es la necesidad de mantener la biodiversidad que los prados aportan a un conjunto donde predomina el bosque. Y es necesario mantenerlos, porque el bosque reclama cada año el espacio que en su día perdió. Cada vez que nos internamos entre el yerbazal descubrimos pequeños árboles (pinos, abedules, abetos,...) que con poco más de medio metro y sólo unos meses de vida, ya pugnan por convertirse en los precursores de un nuevo retazo de bosque. Quien proviene de un lugar como Extremadura, con graves problemas de deforestación, y donde es tan difícil sacar adelante nuevas plantas y convertirlas en árboles adultos, resulta poco menos que inconcebible descubrir la facilidad con la que los nuevos árboles se desarrollan en estas tierras nórdicas. La abundancia de precipitaciones parece ser la clave, pues el suelo (con abundantes rocas) y el sol que es escaso la mayor parte del año y casi nulo el resto ofrecen más bien lo justo.

Pero volviendo al curso de los prados noruegos, los casi cuatro días de duración del mismo son mucho más que unos días de aprendizaje sobre los prados, sus características,la necesidad de mantenerlos y la forma de hacerlo. Son sobre todo unas jornadas de convivencia entre un grupo variopinto formado por personas de distintas edades, profesiones y hasta nacionalidades, con un mismo sentimiento de respeto y admiración por el medio ambiente, y todo ello en un entorno privilegiado: los prados de Ryghsetra, en el condado de Buskerud;: un lugar que parece haber sido escogido a propósito, pues muestra el típico entorno noruego: un prado rodeado de bosques, junto a un lago, y abrazado por suaves montañas onduladas.


Nuestro amigo Per, portando guadaña y acompañado por el Ministro de Medio Ambiente durante su visita al curso. El aspecto es "igualito" que el de un ministro de aquí.



La actividad dió comienzo en la tarde del primer día con la visita del Ministro de Medio Ambiente, que un año más se interesó por el tema. Me sorprendió que llegara sólo con su chofer, y algunos periodistas que aprovecharon el mismo vehículo. Nada de escoltas, secretario/a, jefe de protocolo, asesores, allegados, polítiquillos de la zona.... vamos, ¡igualito que si hubiera sido aquí! Decir que el buen hombre mostró una gran afabilidad y nos felicitó de inmediato a los españoles por la reciente clasificación de España, por aquellos días, para la final del Mundial de Fútbol.

En el curso no faltan las explicaciones teóricas y prácticas, la clase sobre biodiversidad, y hasta las actuaciones musicales.


Ya con todos los asistentes en el lugar, y tras una presentación donde cada uno tuvimos que pronunciar unas palabras, que ahora considero de gran utilidad para los ulteriores contactos y conversaciones que se entablaron, nos explicaron todo el funcionamiento. Una gente muy ordenada. Poco después (a eso de las siete de la tarde) tuvo lugar la cena. Horario extraño para nosotros (y más extraño aún teniendo en cuenta que el sol se oculta a las 22:15 y la claridad perdura hasta después de las 24:00) pero habitual en el norte de Europa. Hay que adaptarse. La cena la ha preparado un grupo de voluntarios, y nos ofrecen una muestra de la gastronomía noruega, en abundantes proporciones y con deliciosos y suculentos sabores. Todo un lujazo (y lo que falta en las próximas jornadas), aunque no tanto después de unos días en casa de Per. Cenando tan pronto siempre queda tiempo para darse una vuelta por el lugar, charlar y hasta darse un baño en el lago cercano.

El afilado de las guadañas antes del inicio de la siega es todo un acontecimiento, y cada uno espera su turno contemplando la labor de otros.


Al día siguiente la actividad comenzó a las 8:00 tras un copioso y suculento desayuno. Sin embargo algunos apenas habíamos dormido tanto por nuestra costumbre de acostarnos tarde como por el hecho de estar en habitaciones con grandes ventanas pero sin persianas, por las que la luz entra a raudales. Hay que tener en cuenta que el sol sale a las 4:00, y que oscuridad casi total sólo hay entre las 00:30 y las 2:30 (vamos una oscuridad que te impide leer, pero nada más). Empiezan las actividades prácticas del curso y nos dividimos en grupos, aunque posteriormente iremos rotando a fin de participar en todas las actividades: conocimientos teóricos sobre los métodos de manejo de los prados, uso teórico y práctico de la guadaña para segar, instalación de tendederos para el secado del heno, demostraciones de poda manual y corte de heno con maquinaria, elaboración de pan artesanal, actuación de un famoso cantente noruego, información sobre la historia y cultura del paisaje tradicional agrícola en noruega, ...

Una pequeña muestra de la biodiversidad de los prados. Resulta increible ver el afán de los asistentes por participar y obtener conocimientos en la actividad de biodiversidad.


A cualquiera que no haya vivido la experiencia el hecho de segar todo un prado en nuestros días a base de guadaña puede parecerle un exceso de pintoresquismo. Nada más lejos de la realidad. Aprender a segar con guadaña es todo un reto, y no siempre se consigue dominar la técnica a la perfección, a pesar de contar con las explicaciones teóricas y prácticas de personas con gran dominio del tema. Siempre es importante mantener vivas las tradiciones, pero esta experiencia es mucho más que eso. Aprender a afilar correctamente la hoja y a mantenerla en buenas condiciones de uso en todo momento, practicar la técnica de giro para que el corte sea uniforme y efectivo, saber hacer una hilera con el heno cortado que facilite su posterior recogida... y sobre todo sentirse acompañado en la actividad por otras muchas personas de ambos sexos y distintas edades, desde niños hasta jubilados, que trabajan con gran entusiasmo y tesón. Y no son menores tales cualidades entre quienes, por turno, se ocupan de la recogida del heno, y de su colocación en los tendederos.... ni de aquellos que previamente se han afanado en la instalación de los mismos. Se me ocurren varias frases para definirlo: “trabajo en equipo”, “perfecta organización”, “todos conocen su cometido en cada momento”... pero me quedo con una sola palabra: “convivencia”.

Tanto mi amigo Jesús como yo mismo nos aplicamos en la tarea de siega, quizá con menos perfección que los profesionales, pero siempre se dijo que lo importante es participar. Por cierto, vaya forma de manejar la guadaña por parte de los dos chavales de Suecia (no es el mismo en dos fotos, son dos casi iguales y hasta vestían igual) y por supuesto de su padre (inferior derecha).


Recogida del heno y colocación en los tendederos para su secado.



Unos días bastante intensos en el que casi setenta personas de 11 países (los cuales cité al principio) convivimos de forma agradable y aprendimos tanto, no sólo sobre los prados. La última noche, tras la madre de todas las cenas (que comenzó a las 18:00 y a la que cada uno hizo un aporte de su zona, y claro está, el jamón ibérico de Extremadura y el queso de La Serena no podían faltar) se celebró, como de costumbre, la fiesta en el prado, donde acudimos después de cenar y allí, sentados en la hierba, permanecimos hasta altas horas charlando, escuchando la música con que nos deleitaba un grupito, y tomando unas cervezas.

Tuve el honor de cortar el jamón, auxiliado por mi amigo Jesús, que hizo una gran presentación del mismo.


Justo es decir que el interés por el jamón ibérico llega hasta las antípodas.


Cena a horas poco habituales para nosotros.


Las fiestas no tienen horarios. Y Jesús colaboró un poquito en la animación.


Siempre se ha dicho que los excesos se pagan, y las caras de la gente lo demostraron al día siguiente, (o mejor dicho unas horas después) cuando a las 6:00, dos horas antes del desayuno, comenzó de nuevo la actividad de siega y recogida de heno. A media mañana todo estaba listo y tocaba recoger, hacer limpieza de las cabañas y reunirnos para la evaluación de la actividad. Tras varios días con un tiempo espléndido la lluvia calló con fuerza durante el tiempo que estuvimos reunidos. ¡Vaya puntería! Llovió todo el día anterior al curso, y volvió a hacerlo justo tras terminar. Como dicen allí “San Pedro (Per se traduce por Pedro) tiene influencias”.... y lo demostró una vez más, pues en las 17 ediciones del curso la lluvia jamás les estropeó la tarea . Por último nos despedirnos de nuestros nuevos amigos, y cada uno se marchó al lugar de procedencia.

Las comidas en Noruega (durante el curso y fuera de este) son increíbles en calidad y cantidad. El jamón ibérico y el queso de La Serena contribuyeron lo suyo en esta ocasión, que conste.


El pan elaborado artesanalmente durante el curso recuerda ese pan de pueblo de cuando éramos niños. Toda una gozada. Participar en esta actividad me ha servido para conocer los secretos de su elaboración y ponerlos en práctica en casa, con gran éxito entre mi familia. "esta vez por lo menos has aprendido algo interesante".


Trabajo terminado.


Nuevos colonos del prado. Tras la siega, numerosas aves como esta Lavandera Blanca, se acercan a los terrenos en busca de lombrices y otras pequeñas presas.


Lo mismo hace este Zorzal Real.


Sin embargo para nosotros el tiempo por aquellas tierras se prolongó una jornada más, en la que tuvimos la oportunidad de conocer nuevos paisajes como el lago Fiskumvannet, lugar de gran interés ornitológico, con su magnífico observatorio para aves, y el impresionante bosque de la granja Klunderud, con gran variedad de especies vegetales, árboles majestuosos y muchísimas huellas y rastros de Alces y otros grandes mamíferos.

Vista parcial del lago Fiskumvannet.


La biodiversidad del bosque Klunderud es magnífica. Allí se dan cita numerosas aves, gran cantidad de flores, y por todas partes hay huellas y excrementos de Alce.


Nuestro amigo Per, junto a uno de los árboles de su bosque, y junto a su perro "Vino".


Gran experiencia la que he tenido la oportunidad y la suerte de haber vivido. Desde aquí envío un fuerte abrazo a todos los asistentes, y en especial a mi amigo Per y su familia, a mi amigo Jesús Valiente, con quien más estrechamente conviví, así como a Gabrielle, una australiana con ganas de conocer mundo, que estos días recala en Noruega con la familia Klunderud.


Contacto:
www.naturvern.no/buskerud