miércoles, 21 de abril de 2010
AGUILUCHOS, DUEÑOS DEL AIRE
No fue casual el título que le puse al libro que publiqué sobre estas aves hace ya algunos años. Baste con que los veamos maniobrar en vuelo para tener la absoluta certeza de que dominan el medio aéreo a la perfección. Como pocas aves lo consiguen. La explicación de esta circunstancia está en lo que en aeronáutica se llama “carga alar”.
Macho de Aguilucho Cenizo en vuelo.
Libro: "Aguiluchos, Dueños del Aire".
La “carga alar” es un parámetro aerodinámico que se obtiene dividiendo el peso del ave entre el área de las alas o de otra superficie de sustentación (hay que tener en cuenta que su cálculo se establece sobre todo en relación con los aviones). En la aeronáutica moderna condiciona directamente diversos aspectos del comportamiento aerodinámico de las aeronaves, tales como peso máximo en el momento del despegue, velocidad de trepada (ascenso) o radio de giro, y su valor oscila entre 100 kg/m2 para aviones comerciales hasta casi 600 kg/m2 para cazas modernos. Por el contrario, los planeadores tienen tan solo 0,5 kg/m2. En consecuencia, una carga alar más baja implica una mayor facilidad para mantenerse en vuelo y una mejor maniobrabilidad en el aire, ambas con un reducido gasto energético, y por el contrario una carga alar elevada necesita un elevado gasto energético para conseguir ambas cosas.
Macho de Aguilucho Cenizo arrancando el vuelo.
Hembra de Aguilucho Cenizo en vuelo.
La carga alar en las aves y otros animales voladores se viene estudiando desde hace tiempo con la pretensión de aplicar los conocimientos obtenidos a la industria aeronáutica, pero no fue hasta los años 30 del siglo pasado, con el descubrimiento de la fotografía estroboscópica por parte de Harold Eugene Edgerton, cuando se pudo estudiar con precisión el batir de las alas, comprobando que las aves, gracias a la flexión de las puntas de las alas crean un vórtice (un flujo circular o rotatorio de viento) que alivia la carga alar incrementando notablemente la sustentación, pudiendo controlar esta con solo plegar el ala, además de controlar otros parámetros como el ángulo de ataque o el “flujo laminar” mediante el movimiento del Álula, que es una pluma clave, situada en la parte delantera del ala que además es imprescindible para conseguir un aterrizaje perfecto, pues se despliega a modo de dispositivo hipersustentador. Hay que matizar no obstante que según investigaciones de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de Madrid, este despliegue del Álula en el momento del aterrizaje no se produce por voluntad del ave, sino debido a fuerzas aerodinámicas.
Macho de Aguilucho Cenizo en vuelo.
Hembra de Aguilucho Cenizo en vuelo.
El límite de carga alar para que un ave pueda volar se estima en unos 25 kg/m2, siendo la Avutarda (Otis tarda) el ejemplo más conocido de un ave que se encuentra casi en ese margen. Por el contrario el Albatros Viajero (Diomedea exulans), acostumbrado a volar largas distancias durante jornadas completas y con una climatología tempestuosa es el ave con una carga alar más baja, lo que le permite sustentarse en vuelo con muy poco gasto energético, aprovechando las corrientes térmicas ascendentes. Justo lo que hacen los Aguiluchos, cuya carga alar es también de las más bajas dentro del orden de las aves.
Macho en vuelo.
Hembra en vuelo.
Bueno, y después de todo este rollo, vamos con nuestros amigos los Aguiluchos. Con los auténticos “Dueños del Aire” y su majestuoso vuelo, que en estos días es más intenso y vistoso que nunca. Y lo es porque se encuentran en plena parada nupcial y exhiben su increíble destreza en el medio aéreo realizando espectaculares ascensos y vertiginosos picados, vuelos rasantes a gran velocidad, giros bruscos, eficaces planeos, y todo tipo de acrobacias que dejan perplejo a cualquier observador, incluso al más avezado.
Pareja de Aguiluchos Cenizos en vuelo.
En estos días en los que la campaña anual de conservación de las distintas especies de Aguiluchos está dando comienzo en Extremadura, y en los que nos dedicamos a la localización exacta de las colonias y al censo preliminar del número de parejas, es cuando el tiempo menos apremia, y cuando más se puede disfrutar de ellos. Uno puede pasarse largo tiempo mirándolos en su afán por mostrar sus capacidades y dotes para el vuelo. Da la sensación que muchas veces vuelan sólo por placer, por esa satisfacción de deslizarse por el aire sintiendo el viento sobre sus plumas y mostrando orgullosos el poderío y la libertad de la que gozan.
Hembra de Aguilucho Cenizo posándose.
Macho de Aguilucho Cenizo posándose.
Uno no puede dejar de sentir admiración por la perfecta combinación de belleza, elegancia y poderío de los que hacen gala, máxime si tiene la suerte de tenerlos a escasos metros, como me ocurrió hace unos días, cuando empleé un hide para intentar leer una de las anillas que portaba un macho de de Aguilucho Cenizo (Circus pygargus), de los cinco que componen cierta colonia en La Serena.
Macho en vuelo.
Aunque no conseguí lo que me había propuesto, pues sólo obtuve una imagen parcial de la anilla en vuelo, totalmente inservible, y todas las veces que el ave se posó lo hizo directamente en el suelo (su lugar preferido) quedando sus patas cubiertas con el pastizal. Sin embargo otra pareja de la colonia se mostró más amable conmigo, y gracias a ello obtuve algunas imágenes de gran interés para mi, especialmente útiles para mostrar en charlas y presentaciones las características anatómicas de la especie y las capacidades antes descritas para el vuelo. Y como no, para ilustrar este artículo y otras publicaciones que sin duda vendrán en un futuro.
Macho posándose.
Disfruté de lo lindo contemplando de lejos el aporte de material para los nidos, el paso de cebas y hasta algunas cópulas. Pero lo que más me impresionó fue el “recibimiento colectivo” que le dedicaron a un macho de Aguilucho Lagunero (Circus aeruginosus) que se le ocurrió sobrevolar la colonia. Tal animadversión proviene del hecho de que este último, de mayor tamaño y corpulencia, en ocasiones preda nidos del primero.
Hembra en vuelo.
Llevo muchos años dedicando gran parte de mi tiempo libre al estudio y a la conservación de estas magníficas aves, y lejos de acostumbrarme a sus devaneos aéreos, cada año por estas fechas me siento más admirado y sobre todo más agraciado por poder disfrutar de ellos. ¡Qué gusto veros volando!
Macho en vuelo.
Macho de Aguilucho Cenizo en vuelo.
Libro: "Aguiluchos, Dueños del Aire".
La “carga alar” es un parámetro aerodinámico que se obtiene dividiendo el peso del ave entre el área de las alas o de otra superficie de sustentación (hay que tener en cuenta que su cálculo se establece sobre todo en relación con los aviones). En la aeronáutica moderna condiciona directamente diversos aspectos del comportamiento aerodinámico de las aeronaves, tales como peso máximo en el momento del despegue, velocidad de trepada (ascenso) o radio de giro, y su valor oscila entre 100 kg/m2 para aviones comerciales hasta casi 600 kg/m2 para cazas modernos. Por el contrario, los planeadores tienen tan solo 0,5 kg/m2. En consecuencia, una carga alar más baja implica una mayor facilidad para mantenerse en vuelo y una mejor maniobrabilidad en el aire, ambas con un reducido gasto energético, y por el contrario una carga alar elevada necesita un elevado gasto energético para conseguir ambas cosas.
Macho de Aguilucho Cenizo arrancando el vuelo.
Hembra de Aguilucho Cenizo en vuelo.
La carga alar en las aves y otros animales voladores se viene estudiando desde hace tiempo con la pretensión de aplicar los conocimientos obtenidos a la industria aeronáutica, pero no fue hasta los años 30 del siglo pasado, con el descubrimiento de la fotografía estroboscópica por parte de Harold Eugene Edgerton, cuando se pudo estudiar con precisión el batir de las alas, comprobando que las aves, gracias a la flexión de las puntas de las alas crean un vórtice (un flujo circular o rotatorio de viento) que alivia la carga alar incrementando notablemente la sustentación, pudiendo controlar esta con solo plegar el ala, además de controlar otros parámetros como el ángulo de ataque o el “flujo laminar” mediante el movimiento del Álula, que es una pluma clave, situada en la parte delantera del ala que además es imprescindible para conseguir un aterrizaje perfecto, pues se despliega a modo de dispositivo hipersustentador. Hay que matizar no obstante que según investigaciones de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de Madrid, este despliegue del Álula en el momento del aterrizaje no se produce por voluntad del ave, sino debido a fuerzas aerodinámicas.
Macho de Aguilucho Cenizo en vuelo.
Hembra de Aguilucho Cenizo en vuelo.
El límite de carga alar para que un ave pueda volar se estima en unos 25 kg/m2, siendo la Avutarda (Otis tarda) el ejemplo más conocido de un ave que se encuentra casi en ese margen. Por el contrario el Albatros Viajero (Diomedea exulans), acostumbrado a volar largas distancias durante jornadas completas y con una climatología tempestuosa es el ave con una carga alar más baja, lo que le permite sustentarse en vuelo con muy poco gasto energético, aprovechando las corrientes térmicas ascendentes. Justo lo que hacen los Aguiluchos, cuya carga alar es también de las más bajas dentro del orden de las aves.
Macho en vuelo.
Hembra en vuelo.
Bueno, y después de todo este rollo, vamos con nuestros amigos los Aguiluchos. Con los auténticos “Dueños del Aire” y su majestuoso vuelo, que en estos días es más intenso y vistoso que nunca. Y lo es porque se encuentran en plena parada nupcial y exhiben su increíble destreza en el medio aéreo realizando espectaculares ascensos y vertiginosos picados, vuelos rasantes a gran velocidad, giros bruscos, eficaces planeos, y todo tipo de acrobacias que dejan perplejo a cualquier observador, incluso al más avezado.
Pareja de Aguiluchos Cenizos en vuelo.
En estos días en los que la campaña anual de conservación de las distintas especies de Aguiluchos está dando comienzo en Extremadura, y en los que nos dedicamos a la localización exacta de las colonias y al censo preliminar del número de parejas, es cuando el tiempo menos apremia, y cuando más se puede disfrutar de ellos. Uno puede pasarse largo tiempo mirándolos en su afán por mostrar sus capacidades y dotes para el vuelo. Da la sensación que muchas veces vuelan sólo por placer, por esa satisfacción de deslizarse por el aire sintiendo el viento sobre sus plumas y mostrando orgullosos el poderío y la libertad de la que gozan.
Hembra de Aguilucho Cenizo posándose.
Macho de Aguilucho Cenizo posándose.
Uno no puede dejar de sentir admiración por la perfecta combinación de belleza, elegancia y poderío de los que hacen gala, máxime si tiene la suerte de tenerlos a escasos metros, como me ocurrió hace unos días, cuando empleé un hide para intentar leer una de las anillas que portaba un macho de de Aguilucho Cenizo (Circus pygargus), de los cinco que componen cierta colonia en La Serena.
Macho en vuelo.
Aunque no conseguí lo que me había propuesto, pues sólo obtuve una imagen parcial de la anilla en vuelo, totalmente inservible, y todas las veces que el ave se posó lo hizo directamente en el suelo (su lugar preferido) quedando sus patas cubiertas con el pastizal. Sin embargo otra pareja de la colonia se mostró más amable conmigo, y gracias a ello obtuve algunas imágenes de gran interés para mi, especialmente útiles para mostrar en charlas y presentaciones las características anatómicas de la especie y las capacidades antes descritas para el vuelo. Y como no, para ilustrar este artículo y otras publicaciones que sin duda vendrán en un futuro.
Macho posándose.
Disfruté de lo lindo contemplando de lejos el aporte de material para los nidos, el paso de cebas y hasta algunas cópulas. Pero lo que más me impresionó fue el “recibimiento colectivo” que le dedicaron a un macho de Aguilucho Lagunero (Circus aeruginosus) que se le ocurrió sobrevolar la colonia. Tal animadversión proviene del hecho de que este último, de mayor tamaño y corpulencia, en ocasiones preda nidos del primero.
Hembra en vuelo.
Llevo muchos años dedicando gran parte de mi tiempo libre al estudio y a la conservación de estas magníficas aves, y lejos de acostumbrarme a sus devaneos aéreos, cada año por estas fechas me siento más admirado y sobre todo más agraciado por poder disfrutar de ellos. ¡Qué gusto veros volando!
Macho en vuelo.
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Uf Manuel que articulo te has marcado. Esplendido, con un monton de datos y de observaciones y por supuesto con un archivo gráfico exquisito. Felicidades y enhorabuena por tu trabajo.
ResponderEliminarNos vemos el sábado en las avutardas. Te llamo mañana por la tarde. Saludos.
hello!! impressive portofolio!! i love this noble bird!! thank you!!
ResponderEliminarUna entrada muy interesante con unas fotografías de una calidad inigualable. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos,
Jesús
Es una gozada leerte por lo mucho que aportas. Estupendas también las fotos.
ResponderEliminarSaludos
Magnificas imágenes
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