viernes, 4 de noviembre de 2011

Azor Aragonés y Carroñeros Leridanos I

Acabo de regresar de un productivo viaje a Zaragoza y al Pirineo Leridano en el que se han cumplido sobradamente mis expectativas fotográficas. La parada en Zaragoza, bien a la ida o a la vuelta, estaban programadas para encontrarme con mi buen amigo Enrique Santos de las Heras y para usar uno de sus hides de rapaces (en concreto el del Azor), pero al final la escala zaragozana fue tanto a la ida como a la vuelta, y además de disfrutar de los habituales buenos ratos con el amigo Enrique, de conocer a su hijo Nacho (que está demostrando ser tan buen fotógrafo como su padre) y de poder disfrutar de una sesión de trabajo de herraje de caballos en compañía de ambos (algo que merece una entrada aparte, y que ya llegará), tuve la gran suerte de que Enrique me acompañara en mi viaje al Pirineo.



Comenzando con el Azor, es la primera vez que hacía un intento a una rapaz con cebo vivo. Bueno en realidad la segunda, pues muchos años atrás intenté algo con un ratón para Aguilucho Cenizo, pero no sólo no resultó, sino que hasta me acusaron de soltar ratones en el campo. Y no había intentado nada parecido porque tenía yo ciertos reparos para usar cebo vivo, aunque ahora veo que más por lo que me imaginaba que por como resultó finalmente. Yo temía ver el miedo en los ojos del animal, y su desesperación al no poder huir cuando se sintiera atacado. Temía ver cómo la presa era devorada con vida (esa experiencia la he vivido con Elanios, a pesar de que capturaban los ratontes en total libertad, pero llegaban al posadero con ellos vivos, y así los devoran mientras se retuercen). Y temía que todo resultara un tanto artificial, con el Azor tan pendiente de mi como de su comida y no quedar satisfecho por el trabajo.



No obstante, sabía que si quería hacer fotos de Azor en libertad, todo pasaba por hacer un intento con cebo vivo, pues con bicho muerto las posibilidades se reducen drásticamente. Así es que me dije a mí mismo que iba a hacer una prueba, y si no era plenamente satisfactoria para mí, no repetiría.



Confieso que el hecho de que la presa fuera una paloma debió ayudar algo. Tanta guerra con esos bichos que invaden todo, y que nos hacen trabajar de lo lindo cada año para acondicionar el sitio de los Primillas y para expulsarlas del Primillar, y sobre todo tras comprobar casi anualmente que destruyen los nidos de Cernícalo Vulgar instalando los suyos encima de los huevos, en unas minas de La Serena, hace que no las tenga precisamente simpatía. Esto puede que no sea excusa para alguna gente, pero no son las únicas razones que tengo, aunque prefiero callarme algunas. Por otra parte en mi primer intento al Azor me pusieron la paloma en completa oscuridad, y cuando empecé a verla un poco pude comprobar que dormitaba plácidamente, por lo que ni se enteró de la llegada del Azor, que la mató en unos instantes (con mucha mayor rapidez de lo que pudiera haber hecho una persona) y que no se puso a comerla hasta mucho después de que hubiera muerto. Vamos, que si no hubiera sido aquella paloma, habría sido cualquier otra presa la que el Azor habría capturado aquella mañana, pero obviamente en un lugar distinto, y por tanto sin fotos para mí. Y lo más seguro es que hubiera sido una presa distinta a una paloma, posiblemente de mayor importancia ecológica. En resumidas cuentas, no resultó dramático ni por ver el miedo del animal, ni por el ataque, ni por la forma y el momento de comerlo, ni mucho menos artificial, desde un hide camuflado a la perfección y con el motivo en ese magnífico posadero y con tan buen fondo como acostumbra a buscar el amigo Enrique. Vamos, que el Azor ni se inmutaba por el ruido de la cámara, y que sus miradas eran más frecuentes hacia un camino relativamente cercano por el que transitaba algún que otro agricultor, que hacia el hide. Por si fuera poco, las palomas que él usa como cebos han recibido tratamiento contra la trichomoniasis y contra otras enfermedades, ofreciendo mayores garantías para la vida del Azor que algunas presas que pudiera capturar por su cuenta. Y para colmo, su utilización durante casi todo el año ofrece a esta pareja una fuente de alimentación suplementaria (algo bastante habitual en distintos programas de conservación de rapaces dirigidos por las propias administraciones) que garantiza en mayor medida su éxito reproductivo.



En ese primer intento acudió la hembra que tanto Enrique como Nacho conocen como “La Quebrantahuesos”, una hembra hija del famoso “Amapolo”, que se ha ganado tan bárbaro nombre por méritos propios, habida cuenta de su fiereza. Hizo su entrada casi sin luz y allí estuvo durante más de una hora, sin intentar llevarse la presa en ningún momento, lo que daba cuenta de su tranquilidad.



Poco después de las nueve de la mañana todo había terminado. Enrique y Nacho nos recogieron en el hide, y aunque quedaba mucho día por delante, la mayor satisfacción consistía en haber hecho el trabajo en la primera hora. Todo un lujo después de conocer el funcionamiento de los hides. Así da gusto. Queda todo el día para ver las imágenes, descansar, hacer turismo o irse de cañas.



De vuelta del Pirineo Leridano (experiencia que contaré en unos días) tuve la ocasión de disfrutar de la segunda sesión de Azor. En esta ocasión estaba solo en el hide. De nuevo la paloma dormida, y yo escudriñando entre la escasa luz, a ver si veía llegar al Azor. El cansancio hizo que bajara la mirada escasamente dos segundos, y cuando la dirigí de nuevo al posadero, allí estaba “Amapolo”. ¡Vaya rapidez y valla sigilo! De nuevo la paloma ni se enteró. En pocos segundos estaba muerta, y el Azor vigilaba los alrededores protegiendo su presa. Lo mismo que en la sesión anterior, no empezó a comer hasta pasados unos minutos, con la presa totalmente muerta, pero a diferencia de entonces las paradas y miradas de recelo en todas direcciones eran bastante frecuentes. Algunas veces fijó su mirada en la dirección del hide, pero no coincidían con la realización de ráfagas ni de otro ruido, y si, la mayoría de las veces su mirada era hacia distintos lados por donde escuchaba algún ruido, o por donde (supongo) veía algún adversario que pudiera robarle su preciada comida; no en vano, al menos tres ocasiones protegió la presa con sus alas.



El Amapolo dio tanto juego como su hija unos días antes, y 58 minutos después de su llegada, saciado de comida, se desplazó hacia un poste eléctrico cercano, y unos minutos más tarde se internó en el bosque.
Sólo días después de las jornadas fotográficas, una vez miradas, remiradas y vueltas a mirar las imágenes, he sido consciente de la fortuna que he tenido, no sólo con la obtención de un gran número de fotografías de Azor, sino con el hecho de poder registrar a hembra y macho en las dos sesiones distintas que tuve la suerte de disfrutar. Pero como uno sabe algo de esto, conviene recordar que la fortuna en este caso es una simple aliada del esfuerzo, y que para que los resultados hayan sido así, era necesario un gran trabajo previo; un trabajo duro y diario, llevado a cabo por mi amigo Enrique Santos y su hijo Nacho, a quienes dedico esta entrada. Un fuerte abrazo para los dos, que sois unos fenómenos.



Más imágenes en mi web: www.bionaturfoto.es

Manuel Calderón.

3 comentarios:

  1. Hola Manuel, que espectáculo, que maravilla de reportaje y con suerte, a primera hora de la mañana, mi más enhorabuena. Un saludo.

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  2. Amigo Manuel menudo material te has traído en la saca desde esas tierras de dios, los dientes me llegan hasta el piso de abajo, un gran trabajo y yo a disfrutar viéndolos.
    Un saludazo desde Zumaia.

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  3. Un reportaje genial. Impresionantes las fotos del azor... supongo que disfrutarías mucho ese día.
    Saludos

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