domingo, 28 de junio de 2009

Anillamiento de Grullas en Alemania













Durante estos días en los que las Grullas se hayan tan alejadas de nosotros, y en los que los calores del estío difícilmente nos rememoran sus recuerdos, estas aves se encuentran en pleno proceso reproductivo, la mayoría con los pollos bien grandotes, y quiero aprovechar para contaros algunas de mis vivencias durante las 4 ocasiones que he tenido la suerte de acudir a la Reserva de la Biosfera de Schorfheide-Chorin (Brandemburg-Alemania-) para colaborar en las actividades de anillamiento.
La gran amistad que me une con el Dr. Eberhard Henne (director de la reserva hasta hace muy poco) y su familia, me llevó a aceptar gustosamente sus invitaciones, y en cada ocasión acudí acompañado por otros tres amigos de Extremadura, ornitólogos consumados. A unos y otros aprovecho la ocasión para enviar un fuerte abrazo mientras recuerdo los buenos momentos pasados.
Y entrando en materia, la actividad de anillamiento se desarrollaba durante unas tres semanas, en las que el equipo de mi amigo Eberhard capturaban de media unos 50-60 pollos y 5-10 adultos en muda (el adulto que aparece en las fotos tuve el honor de capturarlo a pesar de una impresionante caída desde el borde de un canal). A simple vista estos datos pueden parecer pobres, pero si os digo que son los más productivos de todos los equipos de anillamiento de Grullas existentes en toda Europa la cosa sin duda cambia. Y es que no es nada fácil capturar a un pollo de Grulla: en primer lugar, aunque aquí veamos a las Grullas en grandes grupos, durante la época de reproducción son marcadamente territoriales, y cada pareja está muy aislada de su vecina; por otro lado mientras aquí las observamos en dehesas y en espacios abiertos, para criar frecuentan el interior de bosques cerrados, con tramos de aguas profundas, árboles caídos… en fin, una maraña de vegetación en medio de la que ellos se mueven a la perfección y nosotros todo lo contrario. No debe extrañarnos este tipo de hábitat, si tenemos en cuenta que las Grullas están emparentadas con las Gallinetas, a las que sí asociamos con estos lugares.
Las jornadas empezaban con un desayuno a las cuatro de la madrugada, hora en que en esas latitudes ya había luz suficiente. De hecho, los días en que participé en censos de individuos no reproductores en dormidero tuve que levantarme antes de las tres; y digo tuve, porque nadie más del grupo se aventuró... Después, en compañía de nuestros amigos, que conocen la mayoría de los lugares de reproducción, nos desplazábamos hasta cada uno de ellos y una vez allí procedíamos a la localización de cada familia desde una considerable distancia, aprovechando las salidas a zonas de pastizales para alimentarse. Después ellos decidían si la edad de los pollos era adecuada, y si lo era, como buenos alemanes, planificaban la estrategia de actuación, consistente en cortarles el paso en su huida hacia bosques y pantanos. La aproximación la hacíamos con mucho sigilo, con frecuencia durante casi una hora y a veces reptando hasta 500 metros entre pastizales o arbustos. Sólo cuando cada uno estaba en su sitio, nos hacíamos visibles y comenzábamos la persecución. A pesar de ello, en torno al 30% de las familias consiguen escabullirse entre la profusa vegetación, y por más que dábamos vueltas en su búsqueda finalmente teníamos que desistir.
Cada vez que había éxito se procedía al anillamiento tanto con anilla metálica como con códigos de colores para poder hacerles un posterior seguimiento durante su vida adulta. Además, siguiendo un riguroso orden, se tomaban una serie de medidas y peso, e incluso se fotografiaba al ave para asegurar que la combinación de colores no era errónea, y por último se los liberaba en pocos minutos. Nos alejábamos, tomamos un bocado, y a continuar con la tarea. Así desde el amanecer hasta casi la puesta de sol. Las agotadoras jornadas con un ritmo de trabajo alemán, la abundancia de mosquitos que literalmente te acribillaban, los contínuos chapuzones que te dejaban la ropa empapada y las escasas horas de sueño, pasaban factura en pocos días. Pero el balance siempre compensó: colaboramos en un trabajo que ha servido, sirve y servirá para conocer mucho sobre la biología de las Grullas, y pasamos muy, muy buenos ratos en compañía de unos buenos amigos y unas extraordinarias personas. Al final de cada día una buena comida, largas conversaciones junto al fuego (que por aquellos lares apetecía bastante al anochecer), los comentarios de la jornada, unas cervezas, risas, … ¡que buenos ratos!

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